martes, 30 de junio de 2020

LA MUERTE VISITA TEPOTZOTLÁN


Esta historia me la contó mi amiga Saasita Guerra. A ver si la sé paladear como ella. Todo lo narrado es verdad, no lo duden. Pues bueno, ¿Se acuerdan de los portales donde estaba farmacia Santa Elena? El asunto empezó ahí. Sergio, el hermano de Saasita, llegó de trabajar como a eso de las nueve de la noche, un Viernes Santo. Se bajó del camión porque quería darse una vueltecita por la feria. En Semana Santa siempre se pone la feria en el centro. Por cierto que estaba lloviendo, pero de esa lluvia que es puro chipi chipi. A pesar de ello, Sergio se atajó del agua bajo los portales. Y aunque había mucha gente esperando el camión, poco a poco se fueron.

Antigua parada de camiones de Tepotzotlán


Cuando creyó quedarse solo, Sergio vio una muchacha muy blanca con una cabellera negra larguísima que le llamó la atención porque era muy muy bonita. Ella observaba el paso de los camiones, pero a ninguno se subía. A Sergio se le hizo fácil preguntarle si estaba esperando a que pasara la lluvia o algún camión en especial. Ella le contestó que tenía que ir a la iglesia, a lo que Sergio respondió:

— ¿A esta hora?

Y la mujer la mujer le preguntó si la iglesia estaría abierta y él recordó que era Viernes Santo:

— Ah, cierto, es Viernes Santo, si quieres te acompaño y nos damos una vuelta por la feria.

La muchacha era bonita, pero muy extraña

La muchacha era muy callada. Caminaron rumbo a la parroquia de San Pedro. Los feligreses entraban y salían y cuando llegaron al pórtico, Sergio le dijo

— Oye, yo no quiero entrar, te espero aquí afuera.

Ella asintió con la cabeza y se metió. Una vez dentro, la mujer tardaba mucho y Sergio se empezó a preocupar. Cada vez quedaba menos gente dentro de la iglesia y ella no salía. Sergio decidió entrar para asomarse y en ninguno de los rincones la vio. Pensó que quizá en la capilla del Señor del Nicho, pero tampoco allí estaba. Entonces se dijo “yo me voy, es demasiado tiempo”. Mas cuando se dio la vuelta, la chica estaba detrás de él. Se le hizo raro, porque él siempre estuvo apostado en la entrada principal y nunca la vio salir.

— Ya me iba, eh. Pero bueno, ¿quieres que te acompañe a tu casa? ¿Dónde vives?

La espero en el pórtico de la iglesia de San Pedro
Ella, sin decir palabra alguna, le señaló que hacia abajo. Así llegaron a la calle donde está el auditorio, cuando todavía no hacían el auditorio. Era una calle sola y oscura: Para esto, la lluviecita seguía chipi y chipi. Caminaron y caminaron y él le preguntó:

— Oye, pero acá no hay casas, ya dime ¿dónde vives?

Y ella solo señalaba que más abajo. Sergio se acordó que no estaba tan lejos el río de Axotlán. Bueno, al menos dice que veía árboles y se imaginaba que no estaban tan lejos, aunque no se veía ninguna luz de ninguna casa. Mientras caminaba, él jugaba con su encendedor, hasta que llegó un momento en que se detuvo:

Ya el centro se veía bien lejos

— Dime la verdad, muchacha, ¿qué quieres de mí? ¿Porqué me traes hasta acá, si en este rumbo no vive nadie?

Sergio miró el camino y se dio cuenta que el centro de Tepotzotlán estaba muy alejado y las luces de la feria apenas tintineaban como luciérnagas. En ese momento, se le cayó el encendedor entre la hierba de la terracería y se agachó a recogerlo. Cuando lo tomó y alzó la mirada, la mujer blanca ya no estaba. Desapareció. Él todavía revisó a su alrededor. En cuestión de segundos había desaparecido. Sergio empezó a correr, tan rápido, que le temblaban las piernas y no quiso voltear hacia atrás. En cuanto llegó a su casa, le platicó todo a su mamá y ella lo abrazó y entre sollozos le susurró al oído:

— Hijito, creo que era la muerte y te quería arrastrar al río para llevarte con ella. Ay, sonso, a ver si así aprendes a no andar de nochero, y mucho menos en Viernes Santo.

Era la muerte





Cuento referido por Saasita Guerra. La mayoría de las imágenes fueron tomadas del libro Tepotzotlán, memorias de un pueblo mágico. 

Texto de Juan de Dios Maya Avila