jueves, 25 de junio de 2015

LEYENDA DE TEPOTZOTLÁN PARA TIEMPO DE LLUVIAS Y AMORES ETERNOS

Hongos chuines de la Sierra de Tepotzotlán listos para el comal
Antes de ser parte del gran señorío mexica, Tepotzotlán pertenecía al corazón de la gran nación otomí, la cual tiene su origen, según la mitología de este pueblo, en alguna cueva perdida en la sierra de nuestro vecino municipio de Chapa de Mota, cuyo nombre otomí es Nonthé (Sobre el cerro), lugar donde aún son fuertes y persisten los otomíes en su cultura, historia y costumbres. De esta cueva en Chapa de Mota salió la primera pareja que dio origen a toda una nación que logró extenderse por buena parte de los territorios de los actuales estados de México, Hidalgo, Querétaro, Puebla, Michoacán, Guanajuato e incluso Veracruz y los hijos de esta pareja primordial tuvieron siempre un papel fundamental en la historia de nuestro país. Baste recordar que es uno de los pueblos fundadores de la gran Teotihuacán.
Formaciones extraordinarias en el México chiquito de Chapa de Mota.

Chapa de Mota, pueblo tradicional de hondas raíces otomíes.

Pues bien, como podrá constatarse en la geografía antes citada, Tepotzotlán estaba justo al centro de esta gran nación y es consabido que su nombre actual, escrito en náhuatl, es realmente una corrupción de su verdadero nombre en otomí: Ncogüe, lugar del dios jorobado o dios Cogüe. Este particular dios sólo era adorado en nuestro actual municipio y el territorio que antes comprendía el gran señorío tepotzotleca. Digamos, pues, que era nuestra deidad exclusiva y su imagen resultaba fácil de identificar pues, como bien lo dice su nombre, se trataba de un numen jorobado que quizá simbolizaba la cimas de nuestra tremenda sierra y cuya mejor “escultura” es precisamente el cerro del Jorobadito o como otros le llaman, de La Columna.
Cogüe, el dios jorobado de Tepotzotlán.


Cerro del Jorobado o Cerro de la Columna.


A finales del siglo trece y principio del catorce de nuestra era, comienza a llegar al valle del Anáhuac, ese insigne pueblo que sería el mexica, el cual a la postre dominaría por sobre todos los demás señoríos, a quienes haría tributar a su gran ciudad México-Tenochtitlan. Ncogüe no sería la excepción y cuando los guerreros mexicas comenzaron a librar fuertes batallas en contra de los antiguos pobladores otomites, respetaron la memoria del dios jorobado y pusieron a este pueblo el nombre de Tepotzotlán (lugar del jorobado). Más o menos en esta época, los mexicas conseguieron relegar a los otomites a las partes más altas de la sierra y apostaron un enclave en las cañadas que les sirvió de bastión militar y económico. Llamaron a ese lugar Momoxtlan, que es el actual pueblo de Cañada de Cisneros.
Cruentas batallas se vivieron teniendo a la Sierra de Tepotzotlán como escenario.

En las medianías serranas, en medio de los bosques, vivía entonces un joven de nombre Chuín, que en lengua otomí quiere decir Azul. Este joven tenía por esposa a una mujer de extraordinaria belleza la cual, como se verá, sería la perdición para la pareja, pues un día en que su esposa visitaba el tianguis de Momoxtlan, alcanzó a divisarla entre la muchedumbre uno de los fieros guerreros mexicas que custodiaban el lugar y sin que ella se diera cuenta la siguió sigilosamente hasta su hogar en las montañas. Aunque los guerreros mexicas tenían un ferreo sentido del honor, a éste lo turbó demasiado la belleza de aquella infortunada mujer otomí, así que le salió al encuentro a la vera del camino y amagó con ultrajarla. De suerte que Chuín se hallaba en las inmediaciones, haciendo leña de los encinos y pudo escuchar los gritos de su mujer que lo guiaron hasta el paraje donde se desarrollaba la tremenda escena, el cual por cierto estaba muy cerca a los despeñaderos del cerro de las Dos Jorobas. Con su simple hacha quiso Chuín hacerle frente al bien armado guerrero mexica y se le fue encima con denuedo y bravura, sin embargo, su contrincante era un guerrero consumado y en pocos minutos el macuahuitl del mexica, con su dentado filo de obsidiana, se incrustó en la cabeza de Chuín matándolo al instante.
La belleza de la mujer otomí sería su perdición.
En el feroz combate el mexica le destrozaría a Chuín la cabeza.

Pensó entonces el guerrero mexica que podría consumar la vejación contra la mujer otomí, pero ella, en cuanto vio a su marido muerto, corrió hacia los despeñaderos con un único pensamiento en su mente. El guerrero mexica corrió, tras ella y ambos llegaron a la punta de la Peña de la Alcaparrosa (Cerro de las Cruces) donde se levantaba un humilde altar a Cogüe. Ante él se encomendó la mujer otomí y antes de que los fuertes brazos mexicas la sujetarán, se abalanzó hacia el voladero y se aventó al vacío cayendo al poco tiempo entre las aristas de las rocas con el cuerpo deshecho, ese cuerpo tan bello que resultó su perdición. Sin embargo, los dioses nunca son ajenos a las desgracias humanas.  Cogüe había escuchado el rezo de la mujer otomí y como desde su trono en los cielos había visto desarrollarse la escena completa, se congració ante el gran amor de esa joven pareja y decidió hacerles un regalo para la eternidad.
Desde la Peña de la Alcaparrosa se arrojó al vacío.

Su cuerpo quedó destrozado en los pedregales.

Convirtió el cadáver de aquella hermosa mujer en un hongo de no menos belleza cuyo color azul atrapa enseguida la mirada de los caminantes que se aventuran en tiempo de lluvias a los cerros y de igual manera, al esposo lo trocó en ese magnífico ejemplar entre las aves al cual llaman en castellano azulejo, un pájaro de gran tamaño que reviste enteras sus alas del mismo azul tan llamativo que presume el hongo diluviano. Así, el ave y el hongo, la esposa y el esposo, están unidos en la eternidad por el mismo hermoso color azul y asimismo por un mismo nombre: Chuín. Aún hoy en día, Teptozotlán presume entre las riquezas de su sierra al pájaro Chuín (melanotis caerulescens) que vive entre las cumbres altas y las cañadas y al hongo Chuín (lactarius indigo) que es un manjar en tiempo de lluvias y que se puede degustar en las mesas de los pueblos altos de Tepotzotlán y sus municipios vecinos como Villa del Carbón, Chapa de Mota y Jilotepec. Hasta aquí la historia de amor que un día bendijo el entrañable dios jorobado Cogüe.
El pájaro Chuín (melanotis caerulescens) o azulejo, mora en los bosques de Tepotzotlán.

Hongo Chuín (lactarius indigo), delicia de la gastronomía de los pueblos altos.


           

3 comentarios:

  1. Qué tal, interesante artículo y al respecto, quisiera saber ¿cuáles son las fuentes de dónde obtuvo esta información? ¿serán testimonios de la gente de la región y que hablan la lengua Hñötho (mal llamado otomí)?

    ¿Dónde podría obtener más información acerca del "dios" K'oue (o cogüe, como lo ha escrito en su artículo)?

    Muchas gracias y me mantengo a la espera de su respuesta.

    Saludos fraternos.

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  2. Ah otra pregunta, ¿de dónde sacó la palabra "Chuín" para denominar al color azul? si en la lengua Hñötho-Hñähñu existen los términos "Íxki" y "K'angi" para referirse a las tonalidades claras y oscuras del color azul.

    Ndunthi dí jamädi / Pokhü demokhä.

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