sábado, 10 de febrero de 2024

Verde ocaso

 



Con el cuento “Verde ocaso", Demian Cervantes, originario de San Juan Temamatla, se hizo acreedor a una mención honorífica de nuestro UNDÉCIMO CONCURSO ESTATAL PENSADOR MEXICANO DE LITERATURA ESCRITA POR NIÑOS Y JÓVENES 2023.

 


Verde Ocaso


La vieja casa permanecía intacta, sin perder un ápice de esa gracia que invitaba a

ingresar en ella. El hombre recordó las ventanas, junto con los tabiques

desmoronados de una bodega vacía, dentro de la propiedad, pero ajena- por alguna

razón- a la misma. Él esperaba a su padre.

Pasó como de costumbre, no advirtió la tela plástica que recubría los sillones, le dio

igual y se sentó allá, en donde su hermano había estado. Miró las fotografías

colgadas en la pared, los marcos polvosos, sus padres carcomidos. Fue entonces

que encontró una imagen en donde estaban ambos, él y su hermano, visitando una

vez más esa bodega extraña de la que ninguno poseía recuerdos. Era tan extraño,

ni siquiera habían reparado en que les tomaran tomado una foto.

Los días en aquel entonces eran gloriosos, sin ninguna alucinación, ni tampoco los

abandonos, ni la dislexia, ni… Tantas cosas. Luego de dubitar por un tiempo, se

incorporó del sillón y accedió al patio trasero de la propiedad. El césped era verde,

mucho más claro que en su recuerdo: Un sujeto extraño saltando la tapia del hogar,

sonriente sin ningún motivo claro.

Olvidó por qué estaba ahí, hasta que una sensación metálica en su pecho lo hizo

reaccionar; de su cuello pendía una llave misteriosa. A falta de conocer su origen,

resolvió probar con cada puerta hasta dar con la indicada. Para su sorpresa, la

puerta abría la dichosa bodega. El lugar estaba cubierto de polvo, trató de caminar

con pasos cortos. Lo único que pudo palpar fue un pedazo de papel que sacó a la

luz para leerlo.

Los garabatos enunciaban “El césped era más verde que cuando papá nos

abandonó”. Aquello –estaba seguro- lo había escrito su hermano, el pobre

comenzaba a tener alucinaciones desde pequeño y a menudo confundía las

palabras, leía erróneamente los textos, todo eso le causaba una frustración severa.

El hombre adoptó una postura meditabunda, su recuerdo empezaba a bosquejarse

con el de las palabras contenidas en ese papel maltratado, de pronto, cerró

fuertemente el puño que rezaba dicha frase, al terminar esta acción, recordó de

nueva cuenta lo que lo había traído a ese lugar.

Ingresó al interior de la casa, depositó el papel junto con otros documentos y se

dispuso a subir las escaleras, buscó entre los cajones de cada habitación hasta

encontrar un alma con dos balas en el cartucho. Bajó a la sala donde se encontraban

los sillones y volvió a sentarse donde su hermano.

Contempló lánguidamente las demás hojas que se encontraban sobre la mesa: Un

diagnóstico médico, una nota de su padre que decía “te veo a las diez en punto”, y,

para coronarlo, la nota que encontró en la bodega.

Se recostó cómodamente y se dispuso a descansar; ya entre pestañeos, no

alcanzaba a notar a su hermano en la foto, ni siquiera su sombra, pero ya era

demasiado tarde. Escuchó que la cerradura se abría, él apuntó con el arma, estaba

preparado.

Al llegar su padre, un estruendo se escuchó desde la sala hasta el portón de la casa,

el padre corrió entre los pasillos, haciendo una mueca horrorizada al ver a su hijo

con un tiro en la cabeza. Sollozando, miró hacia abajo y notó un papel arrugado.

Con ansia de respuestas, lo leyó: El césped era más verde que cuando papá me

abrazó.




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