Y
en cuanto termine el musical mes de octubre, señores y señoras, prepárense para
la comilona. Ya está en puerta la afamada Feria Regional de Gastronomía
Tradicional en su cuarta emisión que es casi una fiesta patronal por estar
dedicada a la diosa de diosas: Mayahuel, numen del maguey y su encarnación
entre los nahuas. Así que los platillos y demás viandas que se presentarán este
año tendrán como base de realización al milagroso maguey y así tendrá el
público la oportunidad de conocer las bondades gastronómicas y económicas de
esta hermosa planta, símbolo nacional, que para nuestra desgracia está en vías
de extinción. Ni más ni menos que la fuente de la bebida de los dioses: el
pulque. Y base escencial de los platillos insignes de nuestro municipio tal
como la barbacoa o los riquísimos mixiotes de carnero.
Escenas de una borrachera prehispánica. Bebiendo pulque en honor a Mayahuel |
Y es precisamente con los
Mixiotes de Carnero que este año participará El Sitio Maya ofreciendo su
inigualable receta heredada con los años de nuestras bisabuelas hasta nosotros,
aún hechos en hoja de maguey llamada por nuestros antepasados xiotl, siendo la
etimología de este delicioso guiso Mexiote, de metl que es Maguey, xiotl la
penca y tetl piedra, p"iedra envuelta en penca de maguey" o "envoltorio de maguey".
Además de la muestra gastronómica, habrá conferencias, obras de teatro y
conciertos al aire libre. En fin, ya les daremos más noticias en la siguiente
entrega, pero no queremos pasar la oportunidad de divulgar de una vez este tremendo
evento que con esfuerzo y dedicación llevan a cabo en el Museo Nacional del
Virreinato, en especial María Concepción Vázquez Vargas, quien está empeñada en
ofrecer una feria de calidad a la gente del municipio de Tepotzotlán. Así que
asistan y corran la voz para que este años también resulte un éxito rotundo.
DOS CUENTOS
Como
bien se sabe, quedaron rezagados dos cuentos de aquellos que merecieron mención
especial dentro de la premiación del Primer
Concurso Literario para Niños y Jóvenes San Miguel Cañadas 2013. Ambos
cuentos fueron distinguidos por su sólido contenido literario, aunque se
restringió el premio por ser sus autores mayores a los 17 años, edad límite
para participar en el evento. Asimismo, decidimos publicarlos en este apartado
pues su temática y tono es distinta a los cuentos de los jóvenes escritores y
escritoras, cuestión que no necesita mayores explicaciones sólo la de recordar
que el mundo de los adultos es siempre nutrido por truculencias que aún son
ajenas —o por lo menos así lo queremos pensar— a la mayoría de las almas
infantiles. Esperamos gocen de la lectura de ambos trabajos y que les sea tan
iluminadora como a nosotros. El primer texto, Sí, señor, es un poema libre en tono de blues que nos llega con
estridente voz y con aromas de puerto, Boca de Lima, Gutiérrez Zamora,
Veracruz, la patria chica del autor de los versos: Humberto Pérez del Ángel.
Seguido es este blues por una tonada oscura, un caleidoscopio de púrpuras y
violetas, un escenario de maldades, una hora de lobos; la truculencia, la misma
oscuridad se encarnan en los personajes del relato El Viejo que nos cuenta la izcallteca Angélica N. Millán Heredia,
promesa que puede llegar a tejer una prosa muy interesante y en esta narración
da cuenta de ello.
!Sí,
Señor¡
Humberto Pérez del Ángel
He
pelado gatos negros…
Confieso
que nací en una noche obscura de marzo,
aquí,
cerca del Jorobado,
sí,
señor…aunque lo hice cuando hubo luna llena en marzo.
Estos
gatos los pelé al saber del asesinato
de
mi hermano en junio de ´91
a
manos de una estúpida amistad de San Miguel.
—caray
estoy fuera de tiempo y concurso—
De
haber pensado todo esto
lo
habría versado en son;
pero
hasta ahora mi oportunidad de acepción.
¡Y
así sólo un blues!
Mi
madre linda siempre dijo
un
rayo de luz para tu camino…
Cuídate
mucho…
Al
hermano: no hagas amistades pendejas…
Te
matarán.
Quien
diría, aquí, ahora, hasta comiendo hongos azules
y
de otro color…
He
pelado gatos negros…
Confieso
que nací una noche de marzo…
Una
noche oscura,
Inusual,
al final del mes…
Y
de castigo…de castigo la biblioteca
con
las manos llenas de tinta
¡!!Ah
ah ah!!!
¡Pero
qué cosas encontré!
¡Ahora
hasta me tienen aquí! Subido en el Jorobado
Puedo
ver el tamaño de todos…
También
el tuyo…
Este
corto; pero estás vivo
Y
puedo decirte ¡Vamos! ¡Vamos!
Necesitas
un gran esfuerzo para alcanzarme…
Solo
es para animarte…
Hongos
azules y de otro color, además caca de chango…
He
pelado gatos negros…
Avísenle
a la mamá de Paquito que siempre seremos amigos
Por
ahora se me acabó la tinta…
¡Ah,
cabrón! Estoy en la Pc…
El viejo
Angélica N. Millán Heredia
“Es
que no siempre es fácil mirar hacia adelante. En ocasiones me sentía solo. Pesaba
mucho que saliera el sol a diario porque siempre supe que iba a recordarlos…”
Decía mi tío Ram:
“Fíjate que antes de conocer a tu tía Concha
yo era más que feliz, sabía que a pesar de tener los problemas familiares
comunes de estos y otros tiempos, yo siempre tenía guardada una sonrisa para
cada hora del día. No era muy guapo, bueno al menos así me sentía, pero en mi
cabeza yo sabía que era capaz de conseguir a la mujer que se me antojara en el
momento, a mí nunca se me dio el “no”. Desafortunadamente mi madre nos había
abandonado, como bien lo sabes, cuando yo tenía 14 años. Mi padre que poco
sabía de la vida fuera del trabajo, nunca quiso volver a casarse y no quiso
aventurarse a ver por sus hijas de 8 y 6, así que lanzó una moneda al aire y
decidió el futuro de mis hermanas al azar, si era sol se quedaban a trabajar
para contribuir a la casa, si era águila las mandaba con tía Evangelina para
que se encargara de ellas y su educación. Así que mis hermanas crecieron
apartadas de mí y de mi padre.
“Como era de suponerse, yo trabajaría
como asno hasta que creciera y encontrara una buena mujer para irme de casa y
dejar que mi padre muriera en paz. Queda claro que uno siempre debe de ver a
los padres como una gran incógnita, sabe Dios cómo les maquina el coco, porque
uno nunca puede entenderlos. Y es que por alguna extraña razón a mi padre le
remordió la conciencia y un día de tantos decidió que yo también debía ser “algo”
o “alguien” reconocido y de bien, así que me mando a estudiar con todo su
esfuerzo y culpa. Fue en la universidad donde conocí a Concha, Felicia, Jan y
Andrés.
“Andrés, Felicia y yo estábamos en la carrera
de economía en Saint Andrews, en Fife. Mientras Concha y Jan se dedicaban a las
ciencias sin fin, así les decía yo a las ciencias de la salud, porque ¿sabes?,
el campo de la naturaleza es tan grande y misterioso que ni todos los hombres
que pisaron la tierra han podido entenderla y por tanto su estudio jamás
acabará. Por supuesto que mi historia de cómo llegué en Saint Andrews fue dura.
En cambio la historia de mis amigos no lo era, sus familias eran bien
posicionadas social y económicamente. Andrés, por ejemplo, era hijo único y con
más dinero del que pudieras imaginar, así que su padre le escogió la carrera de
economista para seguir el legado de su familia, caso muy distinto al de Felicia
que se había empeñado en estudiar economía porque más que todo era una feroz
feminista que quería ir siempre en oposición a lo que su padre le ordenaba. Jan
nunca quiso contarnos cómo llego a la universidad y el porqué de estudiar
medicina, a diferencia de mi amada Concha que siempre decía que ella había
nacido para curar.
“Concha era de mediana estatura, con
cabellos ébanos, fríos ojos azules, piel pálida y labios gruesos, rasgos
toscos, lo contrario a Felicia, ella muy alta, muy delgada, muy fina, muy
frágil. Desde un principio yo me enamoré de Concha, sólo que me daba pena que
alguien tan “masculina” pudiera ser mi pareja, ¡caramba! es que podríamos haber
pasado por dos hombres tomados de la mano y eso la sociedad siempre lo ve mal.
Así que decidí ir tras Felicia, total, era hermosa, tan deseable, que pensé que
podría acallar mis deseos por Concha. Pero nunca imaginé como habríamos de
terminar. Andrés era mi mejor amigo y los dos andábamos tras Feli, Jan era tío de
Andrés, por eso lo conocimos y casualmente Concha se moría por Jan, así que
eran muy comunes nuestras reuniones después de clases ¡Si! Los cinco nos
veíamos bien, los cinco nos hicimos grandes amigos. Íbamos siempre a un bar a diez
cuadras de la universidad y tomábamos cuatro jarras de auténtica cerveza de
barril y a veces cuando solo íbamos los chicos bebíamos whisky. Con el tiempo
Felicia se decidió a andar conmigo, Jan se hartó de la insistencia de Concha y
se decidió a darle el sí, por tanto mi amigo Andrés salía sobrando en las
reuniones, o bueno al menos eso creía yo. Pues resulta ser, amiguito mío, que dos
años después descubrí que Jan había aceptado salir con Concha para ocultar la
relación que sostuvo desde hacía muchos años con su propio sobrino, con mi
amigo Andrés.
“Eso lo descubrí un día cuando terminé
de hacerle el amor a Concha en el cuarto donde almacenaban el mobiliario viejo
de la escuela. Andrés y Jan entraron al mismo cuarto besándose los labios donde
yo yacía junto al cuerpo tosco, desnudo y pálido de Concha que se sentía tan
abandonada y humillada por el propio Jan y a quien yo me había encargado de
llenarla de placer en el último año. Aún recuerdo la escena como si cada día la
viera de nuevo; sentía lo que pensé no me costaría tanto dejar atrás…
— ¿Ustedes?—
dije—. ¿No tienen idea de lo grotesco que es esto? Son familia, es el hijo de
tu hermana ¡Por Dios!
“Jan me miraba con ojos retadores y a la
vez con actitud de indiferencia hacia lo que yo pensara. En tanto Andrés no
podía ni sostenerme la mirada y se ocultó como un niño lo hace bajo las faldas
de su madre. Concha soltó grandes, pesadas lágrimas porque amaba a Jan tanto
como yo la amaba a ella. Se acercó a él y con la furia que sólo una mujer
humillada sabe hacerlo, bofeteo a Jan hasta quemarse las palmas. Recuerdo que
al día siguiente Andrés fue a buscarme personalmente a mi habitación, entró
alterado, más que como estaba la noche anterior, su cuerpo entero temblaba y le
caían gotas grandes de sudor del rostro.
— Quii
quiii quiii quiero que te mantengas con la boca cerrada— me dijo tartamudeando—.
Y quiero que me perdones, amigo…
“Se soltó a llorar y se postró ante mis
pies besando mis zapatos.
— Nunca
quise lastimarte, yo sabía lo mucho que amabas a Concha, nunca quisimos meterla
en esto, pero es que Jan insistió tanto y yo….
— ¡Cállate!
No quiero ni que la nombres, ustedes no tienen perdón de Dios, si es que lo
hay, amigo. Yo te quiero, pero será mejor que te vayas antes de que el dolor y
la ira maten lo poco que queda de nuestra amistad.
“Concha sentía tanta vergüenza, tanta
humillación, dolor y enojo. Creo que esta es una de las ofensas más grandes que
se le puede hacer a una mujer. Mira que ser engañada y sustituida por un
hombre. Ha de ser doble toda la bola de sentimientos. Por supuesto, yo dejé a
Felicia dados los acontecimientos, la dejé justo meses antes de casarnos. Tenía
que pasar lo que tenía que pasar, ella se enamoró de mí, y creo que en algún
momento yo también lo hice, era natural después de más de 2 años y me la había
cogido tantas veces. Especialmente de noche, cuando se metía a mi dormitorio,
nos encantaba burlar a las autoridades de la escuela para estar juntos. Quedó
embarazada. Fue por eso que planeamos casarnos una vez termináramos la carrera.
No te miento, amiguito mío, creí que podía llegar a ser feliz con Feli, pero
muy dentro de mi seguía amando a Concha, como desde el primer momento en que la
vi.
“Concha claro que estaba confundida y yo
me aproveche de esa confusión que me llevó a este pesar del cual me quejo todos
los días. Yo no perdí la oportunidad y me casé con tu tía Concha, haciendo a un
lado el desprecio de Felicia y la insoportable habladuría de la gente por la apariencia
masculina de Concha. Hice a un lado la pena y a mi hijo. Ella era lo que yo
amaba y quería desesperadamente que fuera mía para siempre. Nunca imaginé que
dentro de su cabeza quedara muy clavada la imagen de traición del hombre al que
amó y en su corazón hundido el sabor amargo de la humillación que había
soportado por años. Se casó conmigo pero sólo con sed de venganza, ella se
encargó de pasarme todo lo que había sufrido, se comportaba como loca, tenía
amantes, en su mayoría mujeres, mujeres muy atractivas, nunca volvió a mirarme
a los ojos después de que nos casamos, nunca más volví a cogérmela, no me
dejaba ni que me acercara a ella, se hizo paranoica, tenía cambios de personalidad
y me culpaba de todos sus males. Nunca entendí porqué accedió en aquellos
tiempos a sostener relaciones conmigo.
“Ahogado en la soledad a la que Concha
me condenó, decidí ir a ver a Felicia para intentar convencerla de que me dejara
conocer a mi hijo. No imaginé que Concha me seguiría hasta donde vivía Feli. Entonces
siempre que iba a ver a mi hijo, sentía que ella me seguía. Con el tiempo fui
creciendo, reflexionando en todo el amor que me perdí al no estar con mi hijo
desde un principio. Siempre llegaba a casa y le contaba a Concha lo bello que
se estaba poniendo mi niño y lo mucho que lo amaba, ella no me prestaba
atención porque ya la tenía un médico especialista bajo tratamiento que le ponía
bruta, o bueno eso me hacía creer. Pero así podía, al menos, acercarme a ella,
contemplarla y darme cuenta de todo el daño que le habíamos ocasionado no sólo
Jan, sino yo “por amor”. Jan había dañado tanto a Concha que terminó aquí, así,
loca, y yo el daño que le hice a Feli a mi propio hijo al estar creciendo sin
padre.
“Así pasamos años tras años con la misma
rutina, yo culpándome todas las mañanas por mis errores, arrepintiéndome por
mis temores, amando a quien nunca me amó y tratando de parchar los daños yendo
por las tardes a ver a mi hijo. Fue entonces que un otoño, sin que nadie la
viera, Concha se escapó de la casa, llegó hasta la casa de Felicia y entró al
cuarto de mi hijo. Le contempló por varios minutos, tocó lo suave de su piel,
admiró su tranquilo sueño y luego envidió su paz, su inocencia, su libertad,
vio que no cargaba cruz alguna, sus pensamientos eran puros, su levedad que
irritaba su ser… y entonces le cortó uno a uno sus pequeños dedos para después clavarle
en el pecho una daga. Esa misma tarde, fue hasta mi oficina y con la misma daga
que usó para matar a mi hijo, se desnudó y cortó su cuello grueso y pálido diciéndome:
El amor es la ciencia sin fin más peligrosa que la tierra haya conocido… Y cayó
muerta ante mí emanando dolores, dolores producidos por el sentimiento tan
hermoso que es el amor, pero tan peligroso que puede acabar con vidas, con
vidas inocentes...”
En el vacío de su mirada sequé las
lágrimas de mi tío. Al mismo tiempo intentaba asimilar la historia más
aterradora que me hubiese contado jamás.
— Señor Brown, la hora de visitas ha
terminado—
Me dijo la enfermera.
— Po po po por supuesto, se se señorita,
ahora mismo me me me me despido— dije.
Me perdí leyendo las palabras: paciente Jan
R. Brown del letrero de la cabecera acolchonada. Besé la frente del viejo y por
última vez intenté encontrar razones en sus ojos grises y cansados. No las
hallé. Salí por la puerta principal cruzando el letrero de “Hospital psiquiátrico de Saint Andrews” y preguntándome porqué mi
terapeuta me había convencido de enfrentarme con él ¿qué quería obtener con
esto? ¿Dejarme más tartamudo de lo que estaba? Me enfurecí ante la idea.
— ¿Andrés, cómo te fue?
Preguntó mi esposa, mientras me subía al
coche donde ella me había estado esperando.
—Bi bi bi bien Felicia.
— Qué
bien, entonces yo me quedaré a cuidar a Ram por la noche, debo aprovechar el tiempo que pueda para estar junto a él, antes
de que el bebé nazca. Avanzado mi embarazo me será imposible venir
Dijo Felicia en tono burlón y
sonrojándose al decir la palabra “noche”, ella tan alta, tan delgada, tan
frágil. Aún no hay día en que no pueda dejar de recordarlos… Mi tío Ram me
ocasionó el dolor más grande que pudiera sentir, abusó de mi por casi 6 años y
mi madre, Concha Brown, que al entrar a la habitación lo descubrió por primera
vez, no resistió tal dolor, me abandonó, suicidándose al día siguiente. Nunca
entendí por qué, nunca entendí por qué a Felicia le gustaba tanto ir a cuidar
al tío Ram, especialmente por las noches: ¡nunca entendía nada! Me decía
siempre Felicia.
Felicia condujo hasta dejarme en la
avenida Roost, entré al edificio alto del frente, mientras pensaba: ¿Qué
razones intentó darme el viejo Ram contándome esa historia sin que yo se la
pidiera? No lo sé, pero de algo estoy seguro, él tampoco nunca entendió nada.
— ¡Señor
Brown! Es el siguiente, su terapeuta lo espera.
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