martes, 21 de enero de 2025

Bitácora privada


 


Este año, el jurado decidió dividir el tercer lugar de nuestro CONCURSO ESTATAL PENSADOR MEXICANO DE LITERATURA ESCRITA POR NIÑAS, NIÑOS Y JÓVENES entre dos obras totalmente dispares, que muestran la heterogeneidad del certamen, tanto en edades como en temáticas. “Bitácora privada”, del también músico Benjamín Hernández Miranda, de 17 años, originario de San Pedro Xalostoc, muestra una narrativa educada, que ha pasado ya por talleres literarios y cuyo autor manifiesta su vocación de escritor y el deseo de permanecer en las letras de manera profesional. Es extraño que nos lleguen obras eróticas a nuestro concurso, aunque no inédito, pues en años anteriores hemos conocido la visión de niñas, niños y adolescentes en torno a la sexualidad, a veces de manera luminosa, otras tantas también oscuras y conmovedoras. “Bitácora privada” refleja las lecturas de Benjamín hacia uno de los grandes maestros del género: El Marqués de Sade. Una oportunidad para el lector de adentrarse en la conciencia y el alma de un muy joven escritor no pocas veces complejo. Especialmente emotivo es para mí reconocer la formación de Benjamín, pues proviene del taller de mi camarada Aldo Rosales, escritor al que respeto. Esperamos disfruten su lectura:  



Bitácora Privada




Julio 15.

He soñado que, al abrir mi refrigerador únicamente encuentro un nido de ratas muertas.

Al despertar, abro la puerta de mi departamento y volteo hacia el final del pasillo. Empiezo a observar su rostro delgado, con labios como fresas. Bajo la vista y veo por pechos, un par de lunas, delicadas, recorro su vientre hasta llegar a aquel césped que adorna las fronteras del camino hacia el paraíso. Me saluda.

Comenzamos a caminar hacia el elevador. Observo su cabello creando olas excitantes.

Mientras bajamos, me dan ganas de agarrarla y empezar a besar su cuello, pero me resisto.

Al llegar abajo, la veo subir al camión escolar y yo parto. Paso por un supermercado, un cine, tiendas de ropa, hasta llegar a una heladería frente a unas bancas, desde las cuales, observo cómo pasan parejas, unas con prisa, otras molestas. Comienzo a recordar cómo, junto con mi hermano, íbamos a conquistar a quien pasara y nos atrajera.

Escucho las campanadas de la iglesia y entonces, sé que es hora de partir. Camino unas cuantas calles y llego a donde tuve que trabajar durante cinco años obligatorios, un comedor especialmente para personas de mi tipo. Ahí compro el menú de hoy, unos tacos dorados que quién sabe a qué barranco los fueron a recoger. Sigo mi camino, llego a las 2:00 pm al edificio, junto con el camión escolar, Sofía baja de prisa, observo cómo sube al elevador, me apresuro para poder subir junto a ella, pero el elevador cierra las puertas frente a mí.

Vuelvo a llamar al elevador, las puertas comienzan a cerrarse y vuelvo a estar oculto del mundo, solo: tengo miedo, golpeo los cuatro extremos para poder salir, sin resultado, me siento, abrazo mis rodillas, esperando que vengan…, y surge la luz, salgo corriendo hasta mi departamento.

 

Julio 16.

Sofía hoy tiene algo diferente, pero no logro ver qué.

Mientras bajamos en el elevador, la observo por detrás descifrando cuál es la diferencia. No lo logro. Abajo, ella sube al camión escolar; y mientas lo hace yo paro un taxi. Llegamos a su escuela, ella entra y yo, miro tras los barrotes. Sofía no quita la vista de un chico alto, piel marrón claro, con un pantalón largo y unca camisa rosa: yo lo conozco, entran a sus salones y los pierdo de vista. Una lágrima surge de mi ojo izquierdo, observo cómo mi padre se marcha, para nunca más volver, escucho mi voz gritando: «¡Vuelve, por favor!, ¡¡No fue mi culpa!!» se va apagando aquella última letra. Emito un sonido sordo y, vuelvo a estar frente a la escuela, me tambaleo y por poco caigo.

Cuando llega la hora de salida, nuevamente regreso detrás del camión escolar, Sofía baja y subimos los dos juntos, veo cómo su falda se mueve en el aire, llega a su departamento, me aproximo al mío y entro.

 


Agosto 18.

Han pasado muchas cosas desde que no abro esta libreta. Para empezar, he pasado por la revisión de mi supervisor, no tuve ningún problema: su cerebro no sirve más que para caminar, comer y defecar. Revisó mi diario personal, en el que tengo que escribir lo que hago a diario. Si tan solo encontrara esta libreta, me regresa a prisión, pues me prohíben relacionarme con menores de edad y, aún más fijarme en ellas, entonces me inculparían de cualquier crimen y sería perpetua, es por ello que la tengo bien escondida.

Sofía ha cambiado bastante, cuando la sigo, me doy cuenta de que cada día está más hermosa. Aquel chico llega junto con ella los días de escuela; ambos bajan tomados de la mano y me saludan, me da náuseas el pensar que se acuesta con aquel novato, pero sus genes, son los mejores con los que podría estar.

 

Agosto 21.

Hoy es fin de semana y los padres de Sofía vienen para, como ellos dicen, “ver que todo esté en orden”, son los días que más odio, pues no la puedo ver como a diario.

Esta vez, también llegó el chico y junto con él, sus padres: su padre no es muy distinto a él.

Espero a que el pasillo esté en silencio y entonces, voy por mi comida; sabe a estiércol, quemada. Esta vez, me atendió uno nuevo.

Mientras como, veo cómo se intenta escapar; los policías, inmediatamente lo meten a una habitación donde, yo sé que le advierten y amenazan con regresar a prisión. Una hora después salió, lastimado, golpeado, abusado, y regresó al trabajo.

Al volver, llamo al elevador y, al llegar éste abajo, sale Sofía junto con el chico y sus padres, como siempre, Sofía y el chico me saludan, pero no puedo moverme y menos hablar, el padre parece que ve un fantasma, sale como si yo no existiera y se van.

 

Septiembre 25.

No sé cuánto tiempo ha pasado, mis reservas se agotaron, no he visto a Sofía.

Ya tengo hambre, salgo y llamo al elevador, no llega, salen de con Sofía los padres del chico, se acercan a mí, el elevador aún no llega. Intento escapar, pero cada uno cubre un lado, me dirigen a un rincón oscuro, no tengo cómo defenderme, me golpean y luego, me fuerzan a arrodillarme, me abren la boca y solo siento cómo entran y salen de mí, escucho decir: «primero pase usted», siento una mano en mi hombro, y me aparto de inmediato, me golpeo en la pared y quedo dentro del elevador. Todos me miran extrañado, «Hola», los saludo intentando aparentar como si nada hubiera pasado.

«Hola, tío» me dice el padre, pierdo el control. «Perdone, me recordó a un familiar» añade casi al instante. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Debía decirle que sí era yo aquel tío suyo, que tanto le quería y a quien admiraba cuando tan solo tenía unos cuantos años y luego se encargaron de borrar su existencia para salvar el honor de la familia?

No volví a decir nada ese día.

Septiembre 26.

Subimos al elevador, cierra las puertas y lo atoro, el chico intenta apartarme para seguir subiendo, yo saco un cuchillo y lo apuñalo, me acerco a Sofía, la tomo por la cintura y la beso, acaricio su cuerpo, ella no se resiste, vuelvo a accionar el elevador y la llevo a mi departamento. Cada vez que me acerco a ella, tengo miedo de que suceda este impulso.

 

Septiembre 28.

«Disculpe a mi padre por el otro día, seguramente le recordó a su tío que murió cuando él apenas era un niño, dice que era muy cercano a él». Con que muerto ¿eh?, mi familia fingió mi muerte para que fuera olvidado más fácil. Tenía ganas de llorar en aquel momento, pero me detuve; al llegar arriba, ellos salieron y, antes de que desaparecieran de mi alcance, tomé al chico por el brazo, «tu padre no se equivocó, nunca morí» le dije y lo solté, era hora de que se fuera sin saber más.


Octubre 10.

«¿Quieres saber por qué fingieron mi muerte?» le pregunto al chico mientras subíamos en el elevador, él afirmó. «antes de irte, toca mi puerta» terminamos de subir y entro a mi departamento, no pasó ni una hora cuando escucho el sonido de la puerta, me acerco y abro, venía con Sofía. «Sofía, no sé si deberías escucharlo tú también» dije esperando a que ella se fuera, no lo hizo, los pasé les serví té y… vuelve a sonar la puerta.

“no los pueden ver aquí” “¿Dónde los escondo?” vuelve a sonar la puerta, “la última advertencia, ahora van a derribarla”. Sin darme cuenta estoy dando vueltas por la habitación, el chico se levanta, me toca el brazo para tranquilizarme, pero yo lo empujo, cae a donde estaba sentado, “un nuevo guardia” «No fue mi culpa» grito. La puerta me devuelve el grito “cadena perpetua” caigo al piso, abrazo mis rodillas, el chico vuelve a tocarme «no, por favor, no» sollozo, me suelta, escucho cómo el guardia electrocuta a alguien, cierro los ojos, llorando. Cuando los abro, distingo la silueta del chico metiendo algo en su bolsillo, se acerca a Sofía y después, comienza a caminar a la puerta, la abre. “Él los llamó, me quieren llevar a aquel agujero de nuevo”. Entra alguien, mis lágrimas no me dejan ver, me levantan y me sientan en una silla. «¿Qué hace ella aquí?» mi voz apenas se distinguía del llanto, a lado de Sofía, distingo dos siluetas altas, de hombre, «No hice nada» repito una y otra vez. Pierdo el control por completo, no sé qué esperar ahora.  Los recuerdos de lo que viví durante todo ese tiempo me penetran simultáneamente. «¡¡No fue mi culpa!!» Me desmayo.

Al despertar, estoy rodeado por cinco personas dos de ellas paramédicos. Veo a Sofía. «¿Cómo se encuentra?» escucho decir a alguien, seguro es un policía que espera mi última confesión. «Ha despertado» le responden los paramédicos. Se arrodilla junto a mí. «¿Estás bien?» me pregunta con mucha calma, «Soy Pablo, el padre de David» aclara inmediatamente al ver mi confusión, su tono de voz me tranquiliza, «Usted es mi tío». Lo miro y distingo su rostro mientras una lágrima surge de su ojo derecho. Volteo a ver a Sofía y le pregunto cuántos años tiene, «16» me contesta.

 

Octubre 12.

«Tío, quiero saber la verdad» Ahí estaban los tres nuevamente, sentados en mi departamento. «Tengo un problema» confieso con voz temblorosa y apenas audible «Me gustan de una edad específica  de 14 a 16, me relacionaba con muchas. Iba a las plazas con mi hermano menor a cazar, por lo regular, quinceañeras, hermosas,  vírgenes, era fácil y divertido: primero la conquista y en el momento adecuado, poseerlas, pero llegó el día en que cumplí 18 y no pude parar» «tuviste problemas con alguna?» Pregunta David «Sólo con una, yo tenía 22 años, tu padre ha había nacido, llevábamos saliendo más de seis meses, pero una vez, la caja estaba vacía, no quedaba ni uno, pero a ella no le importó y quedó embarazada. Sus padres al enterarse, me acusaron de violarla y terminé en prisión» me dejo sumergir en los recuerdos, en lo bien que se sentía poseerlas, sentir su humedad mientras escuchaba sus gemidos de placer en mi oído, en ese instante, el placer se convirtió en llanto y me escuché a mí mismo, suplicando que pararan. «¿Y el bebé?» pregunta mi sobrino regresándome a la realidad. «la obligaron a abortar».

No noté la cara de desprecio o asco que esperaba por parte de Sofía y David, en cambio, noté preocupación. «¿Pasa algo malo?» pregunté, Sofía agachó la cabeza mientras lo negaba. Realmente estaba preocupada.

Octubre 23.

Al regresar de comer, escucho gritos provenientes del apartamento de Sofía. «!David, ¿Estás estúpido?! ¡Eres mayor de edad! Sofía, ¿Cómo pudiste permitirlo?» escucho cómo la puerta de su apartamento se azota.

 

Noviembre 15.

«Sofía, ¿qué te pasa?» le pregunté al verla llorando. «Estoy embarazada, mis padres ya se dieron cuenta y van a acusar al responsable de violación»

 

Noviembre 18.

«Cúlpame a mí» le digo mientras subíamos en el elevador.  «Cúlpame a mí y vive tu vida con David»  «No puedo hacerlo» me responde a lo cual yo insisto «Así todos estamos a salvo» al ver su cara de confusión le atreví a confesar «Desde que te vi,  me obsesioné contigo,  en más de una ocasión tuve el impulso de atacarte, y ya no quiero hacer más daño a nadie.  Acúsame a mí y así nadie correrá peligro» ella no me respondió, no me dijo qué iba a hacer o qué pensaba. Se fue.

 

Hola:

Aprecio mucho lo que has hecho por mi hijo, Sofía y él me lo contaron todo, te debo una. Decidieron tener al bebé, espero lo conozcas lo más pronto posible. Sofía y David se van a casar después de que ella dé a luz, pero ya te contaré en persona. Te visitaré lo más pronto posible, y si te otorgan la fianza, avísame. La pagaré.

Cuentas con todo mi apoyo, te quiero

Con afecto: Pablo, tu sobrino.

 

Ilustraciones de Egon Schiele



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