Este año, el jurado decidió dividir el
tercer lugar de nuestro CONCURSO ESTATAL PENSADOR MEXICANO DE LITERATURA ESCRITA
POR NIÑAS, NIÑOS Y JÓVENES entre dos obras totalmente dispares, que muestran la
heterogeneidad del certamen, tanto en edades como en temáticas. “Bitácora
privada”, del también músico Benjamín Hernández Miranda, de 17 años, originario de San Pedro Xalostoc, muestra
una narrativa educada, que ha pasado ya por talleres literarios y cuyo autor
manifiesta su vocación de escritor y el deseo de permanecer en las letras de
manera profesional. Es extraño que nos lleguen obras eróticas a nuestro
concurso, aunque no inédito, pues en años anteriores hemos conocido la visión
de niñas, niños y adolescentes en torno a la sexualidad, a veces de manera
luminosa, otras tantas también oscuras y conmovedoras. “Bitácora privada”
refleja las lecturas de Benjamín hacia uno de los grandes maestros del género:
El Marqués de Sade. Una oportunidad para el lector de adentrarse en la
conciencia y el alma de un muy joven escritor no pocas veces complejo.
Especialmente emotivo es para mí reconocer la formación de Benjamín, pues
proviene del taller de mi camarada Aldo Rosales, escritor al que respeto. Esperamos
disfruten su lectura:
Bitácora Privada
Julio 15.
He soñado que, al abrir mi refrigerador
únicamente encuentro un nido de ratas muertas.
Al despertar, abro la puerta de mi
departamento y volteo hacia el final del pasillo. Empiezo a observar su rostro
delgado, con labios como fresas. Bajo la vista y veo por pechos, un par de
lunas, delicadas, recorro su vientre hasta llegar a aquel césped que adorna las
fronteras del camino hacia el paraíso. Me saluda.
Comenzamos a caminar hacia el elevador.
Observo su cabello creando olas excitantes.
Mientras bajamos, me dan ganas de
agarrarla y empezar a besar su cuello, pero me resisto.
Al llegar abajo, la veo subir al camión
escolar y yo parto. Paso por un supermercado, un cine, tiendas de ropa, hasta
llegar a una heladería frente a unas bancas, desde las cuales, observo cómo
pasan parejas, unas con prisa, otras molestas. Comienzo a recordar cómo, junto
con mi hermano, íbamos a conquistar a quien pasara y nos atrajera.
Escucho las campanadas de la iglesia y
entonces, sé que es hora de partir. Camino unas cuantas calles y llego a donde
tuve que trabajar durante cinco años obligatorios, un comedor especialmente
para personas de mi tipo. Ahí compro el menú de hoy, unos tacos dorados que
quién sabe a qué barranco los fueron a recoger. Sigo mi camino, llego a las
2:00 pm al edificio, junto con el camión escolar, Sofía baja de prisa, observo
cómo sube al elevador, me apresuro para poder subir junto a ella, pero el
elevador cierra las puertas frente a mí.
Vuelvo a llamar al elevador, las puertas
comienzan a cerrarse y vuelvo a estar oculto del mundo, solo: tengo miedo,
golpeo los cuatro extremos para poder salir, sin resultado, me siento, abrazo
mis rodillas, esperando que vengan…, y surge la luz, salgo corriendo hasta mi
departamento.
Julio 16.
Sofía hoy tiene algo diferente, pero no
logro ver qué.
Mientras bajamos en el elevador, la
observo por detrás descifrando cuál es la diferencia. No lo logro. Abajo, ella
sube al camión escolar; y mientas lo hace yo paro un taxi. Llegamos a su
escuela, ella entra y yo, miro tras los barrotes. Sofía no quita la vista de un
chico alto, piel marrón claro, con un pantalón largo y unca camisa rosa: yo lo
conozco, entran a sus salones y los pierdo de vista. Una lágrima surge de mi
ojo izquierdo, observo cómo mi padre se marcha, para nunca más volver, escucho
mi voz gritando: «¡Vuelve, por favor!, ¡¡No fue mi culpa!!» se va apagando
aquella última letra. Emito un sonido sordo y, vuelvo a estar frente a la
escuela, me tambaleo y por poco caigo.
Cuando llega la hora de salida, nuevamente
regreso detrás del camión escolar, Sofía baja y subimos los dos juntos, veo
cómo su falda se mueve en el aire, llega a su departamento, me aproximo al mío
y entro.
Agosto 18.
Han pasado muchas cosas desde que no abro
esta libreta. Para empezar, he pasado por la revisión de mi supervisor, no tuve
ningún problema: su cerebro no sirve más que para caminar, comer y defecar.
Revisó mi diario personal, en el que tengo que escribir lo que hago a diario.
Si tan solo encontrara esta libreta, me regresa a prisión, pues me prohíben
relacionarme con menores de edad y, aún más fijarme en ellas, entonces me
inculparían de cualquier crimen y sería perpetua, es por ello que la tengo bien
escondida.
Sofía ha cambiado bastante, cuando la
sigo, me doy cuenta de que cada día está más hermosa. Aquel chico llega junto
con ella los días de escuela; ambos bajan tomados de la mano y me saludan, me
da náuseas el pensar que se acuesta con aquel novato, pero sus genes, son los mejores
con los que podría estar.
Agosto 21.
Hoy es fin de semana y los padres de Sofía
vienen para, como ellos dicen, “ver que todo esté en orden”, son los días que
más odio, pues no la puedo ver como a diario.
Esta vez, también llegó el chico y junto
con él, sus padres: su padre no es muy distinto a él.
Espero a que el pasillo esté en silencio y
entonces, voy por mi comida; sabe a estiércol, quemada. Esta vez, me atendió
uno nuevo.
Mientras como, veo cómo se intenta
escapar; los policías, inmediatamente lo meten a una habitación donde, yo sé
que le advierten y amenazan con regresar a prisión. Una hora después salió,
lastimado, golpeado, abusado, y regresó al trabajo.
Al volver, llamo al elevador y, al llegar
éste abajo, sale Sofía junto con el chico y sus padres, como siempre, Sofía y
el chico me saludan, pero no puedo moverme y menos hablar, el padre parece que
ve un fantasma, sale como si yo no existiera y se van.
Septiembre 25.
No sé cuánto tiempo ha pasado, mis
reservas se agotaron, no he visto a Sofía.
Ya tengo hambre, salgo y llamo al
elevador, no llega, salen de con Sofía los padres del chico, se acercan a mí,
el elevador aún no llega. Intento escapar, pero cada uno cubre un lado, me
dirigen a un rincón oscuro, no tengo cómo defenderme, me golpean y luego, me
fuerzan a arrodillarme, me abren la boca y solo siento cómo entran y salen de
mí, escucho decir: «primero pase usted», siento una mano en mi hombro, y me
aparto de inmediato, me golpeo en la pared y quedo dentro del elevador. Todos
me miran extrañado, «Hola», los saludo intentando aparentar como si nada
hubiera pasado.
«Hola, tío» me dice el padre, pierdo el
control. «Perdone, me recordó a un familiar» añade casi al instante. ¿Qué debía
hacer ahora? ¿Debía decirle que sí era yo aquel tío suyo, que tanto le quería y
a quien admiraba cuando tan solo tenía unos cuantos años y luego se encargaron
de borrar su existencia para salvar el honor de la familia?
No volví a decir nada ese día.
Septiembre 26.
Subimos al elevador, cierra las puertas y
lo atoro, el chico intenta apartarme para seguir subiendo, yo saco un cuchillo
y lo apuñalo, me acerco a Sofía, la tomo por la cintura y la beso, acaricio su
cuerpo, ella no se resiste, vuelvo a accionar el elevador y la llevo a mi
departamento. Cada vez que me acerco a ella, tengo miedo de que suceda este
impulso.
Septiembre 28.
«Disculpe a mi padre por el otro día,
seguramente le recordó a su tío que murió cuando él apenas era un niño, dice
que era muy cercano a él». Con que muerto ¿eh?, mi familia fingió mi muerte
para que fuera olvidado más fácil. Tenía ganas de llorar en aquel momento, pero
me detuve; al llegar arriba, ellos salieron y, antes de que desaparecieran de
mi alcance, tomé al chico por el brazo, «tu padre no se equivocó, nunca morí»
le dije y lo solté, era hora de que se fuera sin saber más.
Octubre 10.
«¿Quieres saber por qué fingieron mi
muerte?» le pregunto al chico mientras subíamos en el elevador, él afirmó.
«antes de irte, toca mi puerta» terminamos de subir y entro a mi departamento,
no pasó ni una hora cuando escucho el sonido de la puerta, me acerco y abro,
venía con Sofía. «Sofía, no sé si deberías escucharlo tú también» dije
esperando a que ella se fuera, no lo hizo, los pasé les serví té y… vuelve a
sonar la puerta.
“no los pueden ver aquí” “¿Dónde los
escondo?” vuelve a sonar la puerta, “la última advertencia, ahora van a
derribarla”. Sin darme cuenta estoy dando vueltas por la habitación, el chico
se levanta, me toca el brazo para tranquilizarme, pero yo lo empujo, cae a
donde estaba sentado, “un nuevo guardia” «No fue mi culpa» grito. La puerta me
devuelve el grito “cadena perpetua” caigo al piso, abrazo mis rodillas, el
chico vuelve a tocarme «no, por favor, no» sollozo, me suelta, escucho cómo el
guardia electrocuta a alguien, cierro los ojos, llorando. Cuando los abro,
distingo la silueta del chico metiendo algo en su bolsillo, se acerca a Sofía y
después, comienza a caminar a la puerta, la abre. “Él los llamó, me quieren
llevar a aquel agujero de nuevo”. Entra alguien, mis lágrimas no me dejan ver,
me levantan y me sientan en una silla. «¿Qué hace ella aquí?» mi voz apenas se
distinguía del llanto, a lado de Sofía, distingo dos siluetas altas, de hombre,
«No hice nada» repito una y otra vez. Pierdo el control por completo, no sé qué
esperar ahora. Los recuerdos de lo que
viví durante todo ese tiempo me penetran simultáneamente. «¡¡No fue mi culpa!!»
Me desmayo.
Al despertar, estoy rodeado por cinco
personas dos de ellas paramédicos. Veo a Sofía. «¿Cómo se encuentra?» escucho
decir a alguien, seguro es un policía que espera mi última confesión. «Ha
despertado» le responden los paramédicos. Se arrodilla junto a mí. «¿Estás
bien?» me pregunta con mucha calma, «Soy Pablo, el padre de David» aclara
inmediatamente al ver mi confusión, su tono de voz me tranquiliza, «Usted es mi
tío». Lo miro y distingo su rostro mientras una lágrima surge de su ojo
derecho. Volteo a ver a Sofía y le pregunto cuántos años tiene, «16» me
contesta.
Octubre 12.
«Tío, quiero saber la verdad» Ahí estaban
los tres nuevamente, sentados en mi departamento. «Tengo un problema» confieso
con voz temblorosa y apenas audible «Me gustan de una edad específica de 14 a 16, me relacionaba con muchas. Iba a
las plazas con mi hermano menor a cazar, por lo regular, quinceañeras,
hermosas, vírgenes, era fácil y
divertido: primero la conquista y en el momento adecuado, poseerlas, pero llegó
el día en que cumplí 18 y no pude parar» «tuviste problemas con alguna?»
Pregunta David «Sólo con una, yo tenía 22 años, tu padre ha había nacido,
llevábamos saliendo más de seis meses, pero una vez, la caja estaba vacía, no
quedaba ni uno, pero a ella no le importó y quedó embarazada. Sus padres al
enterarse, me acusaron de violarla y terminé en prisión» me dejo sumergir en
los recuerdos, en lo bien que se sentía poseerlas, sentir su humedad mientras
escuchaba sus gemidos de placer en mi oído, en ese instante, el placer se
convirtió en llanto y me escuché a mí mismo, suplicando que pararan. «¿Y el
bebé?» pregunta mi sobrino regresándome a la realidad. «la obligaron a
abortar».
No noté la cara de desprecio o asco que
esperaba por parte de Sofía y David, en cambio, noté preocupación. «¿Pasa algo
malo?» pregunté, Sofía agachó la cabeza mientras lo negaba. Realmente estaba
preocupada.
Octubre 23.
Al regresar de comer, escucho gritos
provenientes del apartamento de Sofía. «!David, ¿Estás estúpido?! ¡Eres mayor
de edad! Sofía, ¿Cómo pudiste permitirlo?» escucho cómo la puerta de su
apartamento se azota.
Noviembre 15.
«Sofía, ¿qué te pasa?» le pregunté al
verla llorando. «Estoy embarazada, mis padres ya se dieron cuenta y van a
acusar al responsable de violación»
Noviembre 18.
«Cúlpame a mí» le digo mientras subíamos
en el elevador. «Cúlpame a mí y vive tu
vida con David» «No puedo hacerlo» me
responde a lo cual yo insisto «Así todos estamos a salvo» al ver su cara de
confusión le atreví a confesar «Desde que te vi, me obsesioné contigo, en más de una ocasión tuve el impulso de
atacarte, y ya no quiero hacer más daño a nadie. Acúsame a mí y así nadie correrá peligro»
ella no me respondió, no me dijo qué iba a hacer o qué pensaba. Se fue.
Hola:
Aprecio mucho lo que has hecho por mi
hijo, Sofía y él me lo contaron todo, te debo una. Decidieron tener al bebé,
espero lo conozcas lo más pronto posible. Sofía y David se van a casar después
de que ella dé a luz, pero ya te contaré en persona. Te visitaré lo más pronto
posible, y si te otorgan la fianza, avísame. La pagaré.
Cuentas con todo mi apoyo, te quiero
Con afecto: Pablo, tu sobrino.
Ilustraciones de Egon Schiele |