A mitad del camino que va de México
a León y de León a Guanajuato, murió destrozado por los perros salvajes el
insigne maestro quien en vida llevó el nombre de Efrén Hernández. El único en
asistir a su entierro fue, valga la redundancia, su enterrador. He aquí el
diálogo suscitado entre ellos:
Efrén Hernández: ¿Por qué tan
profunda la fosa?
Enterrador: Para que no intentes
salirte. Al principio les es ajeno estar allá abajo....
EH: Hace frío ¿no podríamos esperar
a mañana?
E: Si por mí fuera ahora estaría
con mis borregas, comiendo queso, tomando aguardiente. Pero ante algunas claras
evidencias, que se pueden oler, esto urge.
EH: ¿Cuál urgencia? Lo mismo es hoy
que mañana.
E: Nunca es lo mismo el hoy que el mañana.
EH: ¿Estás citando a Heráclito, enterrador?
E: No sé quien es Heráclito. Pero un mismo río en ningún
momento es igual pues las aguas que le cruzan a cada segundo son distintas.
EH: Ah, tú juegas conmigo, ¿sabes con quién hablas?
E: Con un muerto destrozado por perros a la vera del camino…y
sin embargo para ti ya no habrá diferencia entre ayeres y futuros. Apestas.
Mira cuántas moscas vienen en pos tuyo…
EH: Siempre me gustó el barullo de las moscas en la soledad
del campo. Sus zumbidos al unísono hacían una sola voz que me hablaba. ¿Era la
voz del diablo o era la voz de dios?
E: El barullo de las moscas es voz de las moscas. Las que
antes te hablaron ahora te devoran.
EH: ¿Qué le sucedió a mi biblioteca
y a mis propios libros?
E: Destrozados por los mismos perros
que te acabaron. He terminado tu fosa, métete.
EH: No. Déjame ver otra vez el
mundo.
E: ¿Pero ver qué? Si los ojos fue
lo primero que te arrancaron tus asesinos, luego la orejas y las piernas. Más
valdría que te hubieran arrancado la lengua. Se me hace que tienes miedo ¿vas a
llorar, poeta?…
EH: No me insultes, primero muerto que
poeta.
E: Ahí tienes…
EH: Yo sí soy un escritor de
verdad.
E: Y sin embargo cuando te
encontraron aferrabas la pluma en una mano y un papel garabateado de versos en
la otra.
EH: Ya calla. Quiero todavía mirar
las nubes por un lugarcito triangular de cielo…
E: No te entiendo. Eres un poeta.
EH: Nadie me ha entendido. Mejor
préstame tu jorongo, tengo frío.
E: ¡Estás loco! Allá tras los llanos
se escuchan relampagazos marca diablo y si así está el anuncio, imagínate cómo
será la tromba ¿Con qué voy a taparme del agua en el camino?
EH: No seas así, mira que existe la
noche y ahora soy hijo de las tinieblas y tendré ojos de murciélago y he de
venir por ti y te atormentaré cada jornada del sueño. Cuídate si es que te
cuelgan las patas cuando duermes porque…
E: Tú ganas. Aunque ni de palo pondré
una cruz que señale la ubicación de tu tumba, serás olvidado, remedo de genio.
EH: ¡Perro, babeas! En la noche ¿qué
verás? Por lo demás, está bien, al parecer a nadie importo, nadie me leyó,
nadie me leerá. Aún así fui provisorio, sé que no viví del todo ajeno a la
fama, he dejado palabras como señales de la vida tal y como a mí me tocó
contemplarla. Quizá me encuentren algunas bestias rastreadoras de la
literatura.
E: Te digo…no te entiendo. Ya te
aventé el jorongo, está a lado tuyo...
EH: Ahora me doy cuenta de que este
cuarto no es un cuarto a propósito para vivir…
E: Mira, qué bien, te estás
resignando, dices que el mundo no te basta, ahora casi te falta resumir que
la vida no vale nada
EH: Voy para adentro, con permiso.
E: ¿Qué haces?
EH: Nada… acomodándome.
E: ¡Por ley debes estar bocarriba y
derecho, no hecho ronchita!
EH: ¡Ah, qué la chingada, ni
siquiera en eso somos libres!
E: Qué palabras son esas para un
escritor…
EH: Dame aunque sea los dos óbolos
para pagar mi viaje...
E: ¡Uy, qué clásico te pusiste! Aquí
estamos en el Bajío, así que ahí te aviento un perro pelón que para el caso sirve
de lo mismo ¡Otro día nos vemos en el río de la muerte, poeta de prosa! Voy a
cubrirte de tierra. No grites. No chilles. Tampoco me espantes.
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